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No se si sólo a mí me ocurren éstas cosas... lo cierto es que cuando me pongo a recordar anhelaría una copa de un buen licor bién frío y un cigarro... lo que en mí es algo crítico, pues, no fumo...
¿Nostalgia? si... y un sinnúmero de "por qués".
Recuerdo esos días como si estuvieran marcados con sangre en mi mente. Abría los ojos antes de que el despertador sonara por las mañanas y un extraño cosquilleo recorría todo mi cuerpo. De un salto llegaba al baño, tomaba una reconfortante ducha a eso de las 7 de la mañana y ya parecía una eternidad sin verla. Me ponía el jumper, intercambiaba un par de palabras con mi madre, "tragaba el desayuno", me maquillaba (aunque en un colegio de monjas eso no está permitido, pero mi maquillaje era muy sutíl), dejaba mi cabello suelto y rizado porque sabía que a ella le fascinaba, y colocaba en mi cuello solo unas gotas del perfume que sabía que la enloquecía. Tomaba mi bolso y mi abrigo y me dirigía una vez más a verla, aún con el cosquilleo en todo el cuerpo... Cada paso que daba era uno menos que me faltaba para llegar a su lado.

Las mariposas en mi estómago se volvían dinosaurios hambrientos, deseosos de mí...
Un cuarto para las ocho marcaba el reloj. Me maldecía por tomar desayuno, era eso lo que me había retrasado. Ya no podría verla sino hasta el recreo, pués ella solía llegar 5 minutos antes. Entraba a mi sala de clases. Veía a mis amigas (sin ellas ésta historia hubiera sido mil veces peor)... Las horas no pasaban. Debía esperar todo el primer bloque hasta el recreo y los dinosaurios comenzaban a desesperarse... ¡Por fin! 5 minútos para el recreo. Ordenaba un poco mi puesto y fingia unas enormes ganas de ir al baño... sonaba el timbre. "voy al baño y vuelvo", les mentía a mis amigas. Esperaba fuera de mi sala, yo sabía que ella debía bajar por esa escalera (Conocía todos sus horarios, asique sabía que estaba haciendo clases en la sala que estaba sobre la mía).
Ahí estaba ella. Se veía hermosa. Siempre tan digna y arreglada. Generalmente no notaba que yo estaba ahí, pero mirar sus ojos calmaba la sed de mi corazón enamorado...
Regresaba con mis amigas... Final del recreo... Lo mismo, la buscaba por todo el patio para ver si la encontraba... 2 horas mas de tortura y un recreo, pero ya no me preocupaba, puesto que después del almuerzo la tendría dos horas para mí... Bueno, para mi curso. Nos tocaba clase de historia. ¡Vaya desastre!, El humanismo nunca se me dió a pesar de su paciencia al enseñarme.

Tenía 13 años, aún no me había asumido de lesbiana cuando la conocí.
¿Quien no se enamoró de una profe?. Pues, yo toqué fondo...
Por ella me miré al espejo y empecé a querer mi lado lésbico. Tenía miedo, estaba muy asustada, pero, desgraciada o afortunadamente, yo no era indiferente para ella y mis padres estaban demasiado ocupados con su separación como para prestarme atención.
Comenzamos a conversar de vez en cuándo, en los patios del colegio, durante las horas de almuerzo...
Recuerdo que por ella me alejé de mis "mejores" amigas: Un día hubo un gran problema con ellas y decidieron abandonarme por culpa por culpa de ésta señora que entraba con tanta fuerza a mi vida.
Llegó el verano, asique ella me invito a salir con ella (y su hija) de vacaciones... maldecí a mis padres por no permitirmelo. Ahora se los agradezco infinitamente.
Comencé a ir a su casa. Cocinabamos, veíamos películas, me había ganado a sus hijos y ya tenía 15 años; Era tal mi deslumbramiento que ya ni recordaba quien era en realidad. Me adapté a sus gustos: Hasta el café lo dejé por ella e incluí el jugo natural de frutilla en dieta (nada peor si me preguntan a mí), dejé de lado a las pocas amigas que se quedaron a mi lado y a mi desastrosa familia. Empecé a comer verduras (eso si se lo agradezco), dejé de ver televisión y a leer "Troya" (también eso se lo agradezco), dejé las fiestas y me acerqué a los museos (otro punto a su favor), cambié de perfume, de marca de rimel, de color de rouge, escuchaba otra música (aunque a Lara Fabian jamás la dejé, es lo único "propiamente mio" que me permití conservar).
Me miraba al espejo y no podía reconocerme, nisiquiera me había fijado lo bién que ella disimulaba en público, es decir, llegaba a clases despues de que el día anterior habíamos tenido guerra de harina en la cocina de su casa y ahora ella nisiquiera me saludaba al pasar por mi lado.
Con éste descubrimiento llegó una depresión cauta y serena. Ella era mi obsesión, nada tenia mas sentido para mí que ella. La extrañaba y me volvía loca imaginarla en la cama con el hombre frío y superficial que tenía por esposo.
Me mataba saber que ella pensaba en mi y que hablaba acerca de mi a su familia. Me devolvía el alma cuando me traía algun chocolate y con una sonrisa en los labios decía: "me acordé de usted señorita".
Pero, siempre todo debía ser un secreto: no podía abrazarla en el patio porque era impropio, pero ella lo hacía con más niñas. ¿Por qué yo no, tiene algo de malo?, me atreví a preguntar un día. Una mirada y un desprecio fue lo que conseguí por respuesta.
Era todo un maldito tira y afloja con ella. Había tanta mágia en sus ojos. Me hacía sentir tan débil, tan vulnerable, tan sumisa.
¡Pasamos tantas cosas juntas!, Ella estuvo cuando más la necesité: mis padres se separaron, murió mucha gente de mi familia en esa época y su pecho siempre estuvo disponible para mis lágrimas, sus brazos me devolvían la vida. Sólo lloraba para permanecer un poco más de tiempo en ellos, alargaba mis lágrimas para conseguir bonos de segundos en su pecho.
Pronto se volvió una enfermedad. Era evidente mi amor por ella, ya no sabía esconderlo y no me interesaba hacerlo.
¿Respuesta desesperada de mis padres?: Un psicólogo, pastillas y un montón de cosas debido a mis recurrentes crisis de llanto que solo ella sabía frenar.
Ya lo había hecho todo: intenté tener su amor de un millón de formas. Yo creo que lo tuve, pero su valor no. Me acosté con un hombre para tener su atención y la tuve... por 30 segundos. Estaba a punto de enloquecer. Mis crisis de llanto y de pánico incrementaban. Mi vida era una ratonera solitaria y lúgubre.
Decidí que era hora de acabar con ello. En el proceso conocí a una chica, habíamos decidido ser pareja a distancia, ya que viviamos en ciudades diferentes. Estaba bién para mi, lo que fuera para salir de ese infierno. Parecía buena persona, inteligente, preocupada por mi, llamaba algunas veces por semana. ¿Qué más podía pedir una chica de 16 años como yo?
Ahora tenía una nueva ilusión. Mi querida profesora fue perdiendo protagonismo y en cuánto se enteró de mis nuevos intereses, quiso recuperarlo. Ya era tarde, había sanado mi obsesión y mi conciencia estaba tranquila, porque hacía un tiempo le había confesado mi amor. Ella había prometido que las cosas cambiarían porque ambas nos necesitabamos, pero esos cambios nunca llegaron.
Así estuve un tiempo: ocupandome de mi nuevo asunto y acudiendo con mi profe cuando la crisis azotaba su puerta.
¿Cómo una persona puede cambiarte tanto?, es decir... Había empezado a vivir nuevamente, pero ella me tenía prisionera... Me tenía encadenada y no me dejaba volar.
Debía estar ahí para ella y correr en cuanto ella abriera la boca. ¿Y mis años de sufrimiento?, ¿Y mi felicidad?. Perecía importarle medio pepino.
Atrapada entre un pasado tormentoso y un futuro prometedor... ¡Qué difícil!... Espantoso... Digno de un libro.
"Hola, soy yo. ¿Quedamos para hoy?", preguntaba mi nueva y prometedora chica... "Lo siento, no puedo, una amiga me ha invitado a su casa para hablar de agunas cosas, ¡Perdón!, ¿Puede ser otro día?", Mi tonta respuesta.
Hasta que dije "¡Basta, no más!".

Mi padre y su poca prudencia fueron a una reunión con ésta profesora para preguntarle qué era lo que me pasaba, después de leer una carta que yo había escrito a mi madre reprochandole su falta de presencia en mi vida y el por qué no hizo nada cuando un tipo trató de violarme a los 11 años. Cuando me enteré estallé frente a ambos. Y bueno, uno se espera esas cosas de un padre, pero... ¿De ella? no, no me lo esperaba.
Les grité como nunca lo había hecho y creo que ha sido la unica vez que me he enojado en mi vida.
La odiaba: no resistía verla. Me buscaba, pero no quería escucharla, hasta que su insistencia ganó... "Tengo poco tiempo, tengo que entregar un trabajo en 15 minútos", con ésta frase dí pié a un desganado si. "Seré breve" dijo... Discutimos peor que cuando lo hago con mi madre. Le grité y le dije que saliera una vez por todas de mi vida y que ella no era quién para controlar mis intimidades, que era la peor persona que había conocido y que porfavor me dejara en paz. Fuimos solo alumna y profesora por mucho tiempo, me devolvió las cartas que el algún momento le escribí y algunas cosas que había olvidado en su casa.
Mi relación con la otra chica crecia a pasos agigantados. Me sentía como nueva y empecé a olvidar en rencor que el incidente me había generado. Se puede decir que ella me curó. Puse mi corazón en sus manos.
En cuanto a mi profe... Después de una fiesta del colegio, cuando salía a tomar aire al patio, estando distraída, sentí una mano en mi hombro y una voy que dijo: "Ya es hora de olvidar y superar". "¿Cómo puedo olvidar y superar lo que nunca existió?", contesté con mi voz más ténue...
Se sentó a mi lado, me abrazó y me dijo al oído: "Aún me odias"... "jajaja, ¿Cómo podría odiarla?", respondí riendo... "¿Ya me has perdonado?", preguntó ella. "¡Vámos, sin rencores!", dije...
"¿Hay algo que pueda hacer por ti?", insistió. "Si, hay algo... ¿Podemos ser lo que nunca debimos dejar de ser?", pregunté. "Es lo que quería escuchar", dijo con una voz muy dulce... "Hay una chica...creo que estoy enamorada" confesé. "¡wow!, Nunca me lo dijiste abiertamente", dijo sorprendida.
La miré: "¿Era necesario?". "No", contestó... Estuvimos sentadas por mucho tiempo. "Entremos, nos congelamos acá afuera", le dije... "ajaj, Si. Vámos. (silencio) Ya no eres mi princesa, perteneces a alguien más", me dijo.
Hoy, a veces nos llamamos por teléfono. Yo en la universidad, ella dando clases. Seguimos nuestras vidas.
Ella descubrió demasiado tarde lo que sentía por mi (o tal vez no lo sintió jamás), Pero, era cierto: Yo ya no era su princesa, ahora había construído mi propio imperio.


Así pasaba las tardes Camille, reparando las redes rotas de los botes que su padre y otros pescadores del lugar usaban cada mañana para dar sustento a sus familias.
Camille creció rodeada de un amor familiar excesivo, "hostigante en algunas oportunidades", como ella misma lo definía. Creció viendo a su padre y a su hermano mayor salir cada día de madrugada y llegar por las tardes oliendo a pescados. Ella se sentaba en el puerto y desde allí les miraba alejarse en el viejo bote de madera que más que valor material, tenía valor sentimental. Veía como aquel botecito azul se perdía entre la marea y el cielo. Eso calmaba su corazón adolescente.
Poco después, regresaba a casa para ayudar a su madre con los quehaceres propios de una lavandera de pueblo y finalmente podía disponer de tiempo para ir a la escuela. Camille era una buena estudiante y aun que jamás destacó en nada, sabía que debía romper con la vieja tradición de pescadores que llevaba su familia durante tantos años, ella debía hacerlo por el solo hecho de ser mujer, y es que cualquier pescador sabe que una mujer en el puerto es un terrible augurio. Mitos que Camille jamás logró entender, pero son cosas que vas incorporando al venir del seno de una familia tan incultamente tradicionalista.
El patio de los manzanos de la escuela era el lugar preferido por Camille, porque a pesar de ser árboles comunes, de un linaje común, eran los manzanos más altos, más frondosos que jamás hubiera visto antes, sobresalían entre los demás manzanos, Camille notaba cierta "creatividad" en ellos, ya que sus frutos, en determinados días, tenían un tenue y sutil color dorado, que con el verde tradicional de ellos y sumados los rayos del sol, eran un espectáculo digno de ser visto, pero a pesar de aquella creatividad y por muy majestuosos que pareciesen, estaban siempre condenados a ser manzanos de frutos verdes.
Este lugar tan preciado para Camille, había sido también el lugar donde ella y Antonio se conocieron hacen ya muchísimos años, cuando eran apenas unos niños que corrían al rededor de los árboles jugando despreocupados de lo que el futuro les esperaba.
Antonio era el único ser en el mundo de Camille que entendía sus locuras, que escuchaba sus charlas sobre el amor, sus sueños de superación, sus planes de un futuro lejos de casa. Cuando ella hablaba, él se sentaba a escucharla por largas horas, atentamente, pacientemente, sin pestañar demasiado, sin pensar en otra cosa, con los ojos fijos en los labios rojos de la chica y sin perder ni un solo gesto de Camille, porque Antonio estaba profundamente enamorado de esa niña, que lo había cautivado y cuya sonrisa le había devuelto su motivo de vida.
Antonio era 2 años mayor que Camille y cuando éste se graduó de la escuela, pidió la mano de la joven en matrimonio a su padre, el cual accedió gustoso, ya que existían arreglos familiares muy antiguos al respecto.
Ahora, Antonio se dedicaba a la pesca, al igual que la mayoría de los hombres del pueblo y aun que era muy bueno en lo que hacía, pues atrapaba los peces mas grandes, jamás podría atrapar el corazón de Camille. Ella, consciente del arreglo familia, había aceptado a Antonio como su prometido, porque él era un buen muchacho, la quería, y aunque ella se esforzaba, no podía verlo como otra cosa que no fuese como su amigo del alma, aquel que alimentaba sus deseos de huir cada vez más lejos.
Era Agosto en esos días, el viento soplaba cálido y constante. Ambos jóvenes, como de costumbre, hurtaban alguno de los botecitos del muelle para dar una vuelta en él, después de una larga caminata por la playa. Como de costumbre, Camille perdía sus expresivos ojos color marrón en el verde intenso del mar. Pasaba largos minutos contemplando la excentricidad maravillosa del color tan único del agua, pero ese día estaba cargado de diferencias, ese día era tan divertidamente ajeno a ella, tan excitantemente desconocido que con unas ansias distintas fijó su vista en el mar mientras Antonio remaba hacia el horizonte. Tal era la concentración de la chica, que ni siquiera advirtió cuando Antonio dejó de remar o cuando el bote se detuvo, ella solo miraba pacientemente y en absoluto silencio, sus labios estaban sellados herméticamente y sus ojos destinados al mar, su mente había dejado de generar pensamientos, pero su corazón latía impetuoso. Por casi una hora mantuvo su posición, hasta que de pronto el tiempo se detuvo y el viento se detuvo y su corazón se detuvo y sus labios se entreabrieron perdiendo la consciencia y ya nada importó y sus ojos abiertos por inercia olvidaron su expresividad y su piel se estremeció y sus mejillas se sonrojaron y su cuerpo entero hizo evidente lo que su alma gritaba: era la silueta de unos ojos incoloros flotando sobre el agua que poco a poco se acercaban más y más a la superficie, que se acercaban a Camille y le hacían perder el control de su cuerpo. Ahora bien podía distinguir el verde penetrante, casi sobrenatural de los ojos que reflejaban un frío desesperanzador, que captaban todos los sentidos de la chica robandole la voluntad. Ajena a su entorno y sorda a las palabras de Antonio, Camille inclinaba su cuerpo fuera del bote, hasta que las puntas de su cabello se habían humedecido por el contacto con el agua, lo que parecía pasar inadvertido para ella, pues su único propósito era descubrir el secreto de los ojos verdes mar.

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